¿Quieres leer mi dedicatoria de tesis? Por favor adelante, es una hoja de lo más emocionante que he escrito en mi vida. Y es que es así, tantos años de estudio y trasnoches, se resumen en un sólo momento. Sin más, te invito a leerla.
Este trabajo de titulación se lo dedico a Ana Rosa Bernarda Valenzuela Baeza, debido a que sin ella, este trabajo nunca hubiese existido. Ana desarrolló su juventud por los años 60, donde el machismo estaba normalizado en la sociedad en Chile, y se permitían prácticas de enseñanza a través de los golpes y malos tratos de padres a hijas e hijos. En particular, el padre de Ana siempre le trató mal (para esas épocas, claramente se prefería tener un hijo varón), llegando a golpes e insultos. No obstante, Ana tuvo problemas con el crecimiento de su cabello, por lo que tuvo que mantener su pelo corto, motivo de burlas para sus compañeros. Pensemos por un momento, lo difícil que es vivir en constante crítica, burlas y golpes, el miedo de actuar y que siempre exista un motivo por el cuál te van a criticar e incluso a golpear (tú mismo padre, es decir, la persona que tiene como responsabilidad criarte y prepararte para la vida).
La frustración, la poca autoconfianza y el miedo son las sensaciones que vienen a mi cabeza si es que eso hubiese sido mi vida. Pese a todo eso, Ana terminó el colegio (en sus palabras: “estudié hasta tercero comercial”), todo un logro para comenzar la vida laboral. Para esas épocas sin embargo, ¿cuál era el rol de la mujer? Nuevamente el machismo; “buscar un buen marido y hacerse cargo de todas las responsabilidades del hogar”, ¿qué tenía que hacer Ana entonces? ¿Buscar un buen marido? He aquí el primer hito donde destaco la gran valentía de Ana, pese a todo lo mal visto que era no buscar un buen marido, o lo que implicaba no hacerle caso a su padre y a su madre, a las constantes amenazas, Ana hizo aquello que era lo más complejo e inusual incluso en épocas actuales. Ana emprendió, ¡sí! Algo que no conté, es que ella durante su juventud tuvo la astucia de comprar en pequeñas cantidades ciertos insumos y venderlos para así poder tener algo de dinero para disfrutar su juventud. Auténtica y valerosa. Fueron años de mucho trabajo y esfuerzo, tuvo un negocio típico de barrio, formó más adelante una carnicería, luego un lubricentro y uno de los últimos negocios que administró, un radiotaxi. En el año 1974 nace la más pequeña de sus hijas, ‘Ana María’, quien siempre me ha comentado que ‘tuvieron muy buena situación’, tenían lavadora e incluso teléfono, cuando nadie tenía.
Ana María años más tarde es a quién yo llamo mi madre, la ingeniera de la familia. Claro, mi abuelita (Ana Rosa) le dio el sustento económico para que estudiara, una posibilidad que ella no pudo tener. Desde que tengo recuerdos mi abuelita siempre ha estado para mí, y desde cierta edad en la infancia en adelante, me crió mientras mi madre debía trabajar. Ella es quién me hacía sentir lo más especial del mundo al esperarme con tantas cosas ricas para comer, preparadas por ella (por cierto, hasta realizó cursos de repostería en Brasil), al llegar del colegio. Me hacía quitarme el uniforme todos los días, para ponerme ‘ropa de casa’, y que dejara colgado el uniforme, recuerdo muy bien que me gustaban los viernes porque tenía que dejar el uniforme en la ropa sucia y así no debía colgarlo. Luego me acompañaba tejiendo (al dedo) mientras yo debía hacer mis tareas. El día que sea abuelo, me conformo con ser el 2do mejor abuelo del mundo, porque la mejor abuelita es Ana Rosa Bernarda Valenzuela Baeza, con hacerlo la mitad de bien, yo soy feliz.
Abuelita, este trabajo no se hubiese escrito sin tu historia, sin tu valentía, sin tus ganas de salir adelante, sin tus risas, sin tu apoyo incondicional, en definitiva, sin ti. Eres mi heroína favorita y así es cómo les contaré a las siguientes generaciones de la familia (si la vida me lo permite), para que todos puedan aprender y llevar consigo algo de ti, como tú me enseñaste a mi. Hasta en la actualidad, con tus pasos más lentos y distintas dificultades de salud, sigues dando todo; ‘dejando los pies en la calle’ por mí y mi madre. Si tuviera que definir que es el amor, es mi abuelita.
Con todo mi amor abuelita te dedico este trabajo ¡lo logramos!