Hay distintos niveles de amor y conforme uno va desarrollando su habilidad para amar va subiendo el nivel. Justo antes de acceder al último nivel, al más puro al más real, se presenta una paradoja que uno tiene que resolver.
Generalmente en nuestro sistema occidental, como nos han enseñado, nos creemos separados de todo lo demás, porque así es como se siente todo lo que es (o parece) diferente a uno. Y por consecuencia también pensamos que el amor que yo me doy a mí mismo tiene que ser diferente al amor que yo doy en exterior hacia los demás.
Y lo entiendo, así parece y así se siente pero aquí surge la paradoja: todo lo que yo soy se ha ido construyendo a lo largo de mi vida gracias a los encuentros que he tenido con otras personas, yo nací sin saber nada (y tú también) y gracias a las otras personas, gracias a las herramientas que me dieron las otras personas, mi yo se fue constituyendo y mi personalidad se fue desarrollando, gracias al lenguaje con el que he podido nombrar mis vivencias, con el que he podido nombrar mi realidad. Eso me lo otorgaron los otros, la educación me lo otorgaron los otros e inclusive pudiéramos decir que muchas cosas a las que yo le doy valor son gracias a una influencia fuerte de mi colectividad.
Entonces podemos decir que es a través de estas herramientas que me dio el exterior que yo pude desarrollar quién soy, porque a fin de cuentas yo soy la suma de todas ellas. En este sentido cada vez que yo amo alguna parte de mí, estoy amando simultáneamente una parte de los demás, ¿por qué? Porque esa parte de mí la dejaron ellos también. De la misma manera cuando yo amo a los demás a la vez estoy amando cierta parte de mi, porque fue a partir de ello que yo me construí.
Si no existieran los demás yo no podría identificarme ni siquiera como yo, porque es a través de la relación en contraste con los otros que yo me puedo reconocer. Yo surjo de los otros, el "yo" surge de los otros. Si no existieran ellos no habría un yo, en este sentido de cierta forma yo soy tú y tú eres yo y entonces amarme a mí mismo, contrario a lo que pudiéramos pensar, solamente es posible cuando se puede amar todo aquello definido como algo diferente a mi mismo. Porque paradójicamente todo aquello que se siente fuera de nosotros, no está separado de uno, es una parte de nosotros. Es gracias a la colectividad, gracias a los otros, gracias a la naturaleza que yo, tal como soy y como pienso, finalmente puedo ser.
De esta forma, desde esta perspectiva en el nivel más alto de amor, en el nivel más puro, más profundo, no existe tal cosa como "amor propio", o "amor hacia los demás", o hacia la naturaleza o hacia los animales.... porque se comprende que son solo distintas formas de nombrar una misma cosa. Todas hablan de una misma sola cosa; del amor.
Entonces, el amor en su expresión más pura no tiene dirección exclusiva sino que se dirige hacia un todo simultáneamente y al mismo tiempo hacia ti, hacia los otros, hacia la naturaleza, hacia toda la realidad y así se resuelve esta paradoja del amor. Así se accede a este nivel más puro de amor, más real.
Concluyendo que amarte a ti mismo realmente significa que al mismo tiempo ames a todo aquello que consideras diferente a ti mismo, porque tú eres yo y yo soy tú.